“Una cultura es una acumulación de
invenciones tecnológicas, ideológicas y sociales. En cada sociedad esta
acumulación es selectiva y por lo tanto única y no repite nunca exactamente las
acumulaciones hechas en otras sociedades. Por eso cada cultura tiene su propio
estilo, así como cada hombre tiene su personalidad distintiva”. (Timasheff
1961:380)
La cultura no es exclusiva de las
naciones. La cultura puede ser empresarial, en grupos étnicos, y toda agrupación
de personas o colectividad que emplea signos especiales, tiene costumbres
distintivas o sostiene una forma de pensar particular. (Thompson 1990).
Utilizamos la noción de cultura política cuando pretendemos
estudiar los modelos o matrices culturales que están implícitas en nuestra
concepción de la política, al considerar que ésta siempre está mediada por
referentes o filtros culturales.
El acento no sólo se hace en la
diversidad de la praxis y de las instituciones políticas, sino también en las
creencias, en los ideales, en las normas y en las tradiciones que colorean de
manera particular y dan significado a la vida política en ciertos contextos; se
ha ido difundiendo el uso de la expresión cultura política para designar el
conjunto de actitudes, normas y creencias, compartidas más o menos ampliamente
por los miembros de una determinada unidad social y que tienen como objeto
fenómenos políticos.
Forman parte de la cultura política
de una sociedad las orientaciones actitudinales más o menos difundidas, como
por ejemplo, la indiferencia, el cinismo, la rigidez, el dogmatismo o por el
contrario, el sentido de confianza, la adhesión, la tolerancia hacia las
fuerzas públicas, también forman parte de aquella, las normas – el derecho y el
deber de los ciudadanos de participar en la vida política, la obligación de
aceptar las decisiones de la mayoría, la exclusión o no del recurso a formas
violentas de acción (1)
(1)
http://unab.edu.co/portal/page/portal/UNAB
http://editorial.unab.edu.co/revistas/reflexion/pdfs/dem_12_1_c.htm.
“El diccionario de cultura política
establece que “el termino cultura política se usa para designar el conjunto de
actitudes normas y creencias, compartidas más o menos ampliamente por los
miembros de una determinada unidad social, y que tienen como objeto los
fenómenos políticos”(Bobbio y Matteucci, 1981:470).
…Uber Puerta, considera que una cultura
política es en realidad una mezcla de principios valores y prácticas
democráticas y antidemocráticas de aptitud, ineptitud, de pericia o impericia
política. Este autor, estudioso de este tema en Colombia, propone que la
cultura política de una nación se manifiesta en creencias, concepciones,
evaluaciones y valoraciones que se hacen en relación con el sistema político.
…En esta perspectiva se puede
afirmar que la cultura política nos remite a un contexto particular, que se
desarrolla en un momento histórico; por ejemplo es particular la cultura
política y ámbito de preocupaciones, como la dinámica de participación que
existía, así como los paradigmas y discusiones, que se dieron en la época de la
independencia en Colombia, los que implicaron una insubordinación frente a la
condición de súbdito, de no ciudadano y sin derechos frente a la corona por su
condición de criollo. Hoy en Colombia los paradigmas son otros, los problemas y
los retos de la sociedad colombiana contemporánea son diferentes y revisten
otras complejidades.
…En los diferentes momentos de la
historia colombiana, se ha seguido construyendo y reconstruyendo la cultura
política con diferentes matices que hoy se pueden identificar con visos casi idiosincrático.
En la práctica, la cultura política
se expresa en las formas de resolver los conflictos, en la formas de liderazgos
apreciados y aceptados, sean líderes demócratas, populistas, caudillos
mesiánicos, o dictadores autócratas; la cultura política se hace visible al
observar las formas de autoridad con que se ejerce el poder, el clientelismo
que se da o no en el manejo de la política, el respeto con que se acata la ley,
o la ilegalidad con la que se burla la norma, que algunos consideran
erradamente astucia.
…La cultura política también se
expresa, en la forma en que se asumen o eluden las responsabilidades cívicas,
en el uso de la libertad, en la participación o apatía para el análisis de los
asuntos públicos o para la toma de decisiones, cuando por ejemplo se tiene la
oportunidad de ejercer el derecho al voto.
Ahora bien, el desarrollo de la
democracia no se da sin el desarrollo de la participación de los ciudadanos, y
esta última, implica su vinculación activa en la toma de decisiones, por lo
cual es necesario superar la condición de súbditos y apersonarse de los
derechos, deberes y responsabilidades que tenemos como ciudadanos; es necesario
sentar un código ético, en donde los principios y directrices, sean el bien
común, la búsqueda del bienestar colectivo, incluso aquello que Fernando
Savater llama la madurez cívica.
…Es indudable que el desarrollo de
la democracia requiere de la participación activa y responsable de los ciudadanos,
más aun, si tenemos en cuenta que la complejización social que se da
diariamente, ineludiblemente nos llevará al surgimiento de nuevos conflictos, a
la puja de intereses, a debates, a nuevos retos, como parte obligada de ese
devenir social.
Para que sea más incluyente y
equitativa, la sociedad colombiana requerirá entre otros aspectos, de
mutaciones de la cultura política actual; algunas de ellas, tienen que ver con
las formas de ver y actuar frente a lo público, las formas de hacer política y del
ejercicio del liderazgo político, en la construcción de acuerdos, etc.,
Tendremos como ciudadanos que transformar nuestra sensibilidad, movilidad,
conocimiento y valoración frente a lo público y frente a la construcción de
sociedad.
…Es preciso llegar a una madurez
cívica, reto a superar si tenemos en cuenta que somos una sociedad altamente
individualista que debe transformarse, y llegar a la conciencia de que lo
público es lo que es de todos y que en esa medida no es mío solamente y por
ello merece toda mi consideración y respeto, pero a la vez, también me permite
su disfrute o beneficio, en la medida en que yo soy parte de él.
Si no transformamos la cultura
política y sus prácticas anti éticas, excluyentes y antidemocráticas, se
seguirán reproduciendo las prácticas que conocemos, con todas sus anomalías,
engaños y exclusiones, que son deformaciones del ideal de democracia”. (2)
(2) YAHELL GALLEGO BADILLO
Asesora Despacho Viceministra del
Interior
http://www.mij.gov.co/econtent/library/documents/DocNewsNo1780DocumentNo4362.PDF
FUERZA CONSTRUCTORA DE CULTURA
El pueblo necesita, para
consolidarse como fuerza constructora de la cultura que es, dentro de un
espacio y tiempo delimitado; un modo de representación de los intereses
individuales y grupales para que la política ejercida en la sociedad sea la
voluntad de sus intereses. De ésta manera, la cultura guardaría relación, entre
otras dimensiones, con la política.
La cultura política es la forma en
que se manejen estos acontecimientos y qué se elija para proceder a la acción a
nivel grupal. El estudio de cada uno de los fenómenos sociales que conforman la
cultura política demanda igualmente diversas aproximaciones, diferentes
confluencias interdisciplinarias, así como distintos enfoques metodológicos, a
las múltiples disciplinas que concurren al estudio de la cultura política o las
culturas políticas: historia de la cultura, sociología política, semiología,
antropología política, psicología social, ciencia política, lingüística y los
estudios de comunicación de masas. (3)
(3)http://es.wikipedia.org/wiki/Cultura_pol%C3%ADtica.
Toda sociedad construye una forma de
representarse al mundo y de explicarse los distintos fenómenos tanto naturales
como aquéllos en los que interviene el hombre. La cultura es el conjunto de
símbolos, normas, creencias, ideales, costumbres, mitos y rituales que se
transmite de generación en generación, otorgando identidad a los miembros de
una comunidad y que orienta, guía y da significado a sus distintos quehaceres
sociales.
La cultura da consistencia a una
sociedad en la medida en que en ella se hallan condensadas herencias, imágenes
compartidas y experiencias colectivas que dan a la población su sentido de
pertenencia, pues es a través de ella que se reconoce a sí misma en lo que le
es propio.
La política es el ámbito de la
sociedad relativo a la organización del poder. Es el espacio donde se adoptan
las decisiones que tienen proyección social, es decir, donde se define cómo se
distribuyen los bienes de una sociedad, o sea, que le toca a cada quién, cómo y
cuándo.
Los valores, concepciones y
actitudes que se orientan hacia el ámbito específicamente político, es decir,
el conjunto de elementos que configuran la percepción subjetiva que tiene una
población respecto del poder, se denomina cultura política.
La noción de cultura política es tan
antigua como la reflexión misma sobre la vida política de una comunidad. Para
referirse a lo que hoy llamamos cultura política, se ha hablado de
personalidad, temperamento, costumbres, carácter nacional o conciencia colectiva,
abarcando siempre las dimensiones subjetivas de los fenómenos sociales y
políticos.
Dicho de otra manera, desde los
orígenes de la civilización occidental ha existido una preocupación por
comprender de qué forma la población organiza y procesa sus creencias, imágenes
y percepciones sobre su entorno político y de qué manera éstas influyen tanto
en la construcción de las instituciones y organizaciones políticas de una
sociedad como en el mantenimiento de las mismas y los procesos de cambio.
La cultura política de una nación es
la distribución particular de patrones de orientación sicológica hacia un
conjunto específico de objetos sociales los propiamente políticos entre los
miembros de dicha nación. Es el sistema político internalizado en creencias,
concepciones, sentimientos y evaluaciones por una población, o por la mayoría
de ella.
La ciudadanía. En principio, la
cultura política democrática está sustentada en la noción de ciudadanía un
grupo de individuos racionales, libres e iguales ante la ley, que conforman el
sujeto por excelencia de la cosa pública y de la legitimación del poder, puesto
que la fuente primera y última del poder es la voluntad del pueblo, es decir,
de la ciudadanía. Es una noción que en su sentido más profundo condensa los
rasgos y los factores que dan forma a una cultura política democrática.
El concepto de ciudadano recoge y
engloba tres tradiciones: la liberal, la republicana y la democrática, que
aunque invocaban principios y valores diferentes en sus orígenes, han llegado a
integrarse en lo que se denomina hoy democracia liberal.
En su acepción moderna, el concepto
de ciudadano tiene como premisa al individuo liberado de sus ataduras
comunitarias, pero abandonado a sus propias fuerzas. Y es que la idea misma de
individuo es producto de la lucha contra las jerarquías corporativas que
concebían y valoraban a los hombres en función de criterios tales como el
designio divino, el nacimiento o la guerra, y no en tanto personas nacidas con
igualdad de derechos.
La idea de ciudadanía implica,
asimismo, ir más allá del espacio privado, que es el área de las necesidades
más inmediatas del hombre y de la lucha por satisfacerlas. En el mundo moderno,
caracterizado por la diferenciación entre lo privado y lo público, el hombre
tiene una existencia privada que lo hace ser burgués, proletario, miembro de la
clase media, etc., mientras que en el espacio público aparece alejado de dichas
determinaciones y reconocido formalmente como individuo sin distingos étnicos,
raciales, sociales, ideológicos, económicos, etcétera.
El ciudadano es el protagonista de
la esfera pública ya claramente diferenciada de la privada.
Adicionalmente, ya
no es un súbdito del Estado que solamente está llamado a obedecer los dictados
del poder o a someterse bajo el imperativo de la fuerza, sino que participa
directa o indirectamente en el diseño de dichos dictados y, desde luego, en la
fundamentación misma del poder del Estado, al ser el titular de la soberanía.
De ahí que un elemento principal de
la orientación política democrática sea la creencia de que se tiene cierto control sobre las élites
políticas y sobre las decisiones que éstas adoptan.
El modelo cívico, fórmula específica
con la que se identifica a la cultura política propia de democracias estables y
asentadas, supone la existencia de individuos racionales que en la esfera
privada son egoístas e interesados porque velan por la promoción de sus
intereses, mientras que en la pública son responsables y solidarios. Es ahí
donde se recrea el presupuesto de la supremacía de la esfera de lo público
sobre la esfera privada, que es una herencia republicana.
La noción de ciudadano se expresa
nítidamente en el término elector (o votante), que es una categoría jurídico-política
básica que iguala a los individuos entre sí, puesto que desde que se instauró
el sufragio universal y secreto en el curso del siglo XIX y principios del XX
cada elector, independientemente de su situación social particular, tiene el
mismo peso al ejercer su derecho al sufragio. En otras palabras, el voto de un
millonario o del presidente de la república cuenta lo mismo que el de un
desempleado, un campesino o un ama de casa.
Sin embargo, hay una diferencia
cualitativa entre pensarse y actuar como elector y hacerlo como ciudadano, ya
que aunque actualmente ambas categorías se identifican jurídicamente, puesto
que el ciudadano (en la
Constitución mexicana, por ejemplo, es el mexicano que ya
cumplió 18 años y tiene un modo honesto de vivir) es justamente aquel que tiene
derecho a sufragar y, por ese conducto, a elegir a sus gobernantes, el
significado de elector se reduce a dicho derecho. El término ciudadano tiene
una connotación que rebasa la mera formulación normativa para alcanzar una
dimensión política en sentido estricto.
La participación. El ciudadano
quiere, al igual que el elector, ser antes que nada un sujeto activo de la
política, un miembro de la sociedad con capacidad para nombrar a sus
representantes y a sus gobernantes; pero también quiere organizarse en defensa
de sus derechos, para ser escuchado por el gobierno y, en fin, para influir en
los rumbos y direcciones de la vida política en el sentido más amplio.
De ahí que una premisa básica de los
valores y actitudes democráticas sea la participación voluntaria de los
miembros de una población. La participación incrementa el potencial democrático
de una nación justamente porque aumenta el compromiso ciudadano con valores
democráticos tales como la idea de una sociedad atenta y vigilante de los actos
del gobierno e interesada en hacerse oír por éste.
La sociedad abierta, activa y
deliberativa. Inspirada en principios liberales que defienden la concepción de
una sociedad con amplios márgenes de autonomía frente al Estado, una cultura
política democrática concibe a la sociedad como entidad abierta en la que se
fomentan y se recrean la discusión de los problemas, el intercambio de
opiniones, la agregación y articulación de demandas, es decir, las virtudes
cívicas de asociación y participación.
Las sociedades democráticas modernas
se caracterizan por la gran cantidad de organizaciones y asociaciones que se
forman y a las que se incorporan los ciudadanos para promover los más diversos
ideales y demandas sociales (asociaciones en defensa de los derechos humanos,
de combate a la pobreza y al hambre, organizaciones y movimientos feministas,
ecológicos, pacifistas).
En los últimos años este activismo
de la sociedad se ha reflejado en la proliferación de los llamados organismos
no gubernamentales (ONGs), cuyo rasgo distintivo es justamente su celo por
mantenerse independientes de todo tipo de injerencia de los gobiernos o
instituciones estatales. (4)
(4)Almond, Gabriel y Sidney Verba, La cultura cívica. Estudio sobre la
participación política democrática en cinco naciones, Madrid, Fundación de Estudios Sociales y de Sociología
Aplicada, 1970.
http://www.ife.org.mx/documentos/DECEYEC/la_cultura_politica_democratica.htm#I
La socialización política, que hace
referencia al tema de cómo, qué y cuándo aprende la población acerca de la
política, es un proceso de aprendizaje e interiorización de valores, símbolos y
actitudes frente a la política, de larga duración y mucho menos directo, formal
y cognoscitivo que el aprendizaje escolar. Se trata de un proceso eminentemente
cultural en la medida en que intenta insertar al individuo en su sociedad al
hacerlo partícipe del código de valores y actitudes que en ella son dominantes.
La socialización política sirve de
lazo de unión entre las orientaciones de una población hacia los procesos
políticos y las normas que el sistema reclama como las guías de su desempeño.
La socialización es la adquisición de una inclinación hacia determinado
comportamiento valorado de manera positiva por un grupo, junto con la
eliminación de disposiciones hacia una conducta valorada negativamente por
dicho grupo.
Visto desde el punto de vista del
sistema político, la socialización política es la garantía de la perpetuación
de la cultura y las estructuras que lo configuran, pues fomenta su
reconocimiento y aceptación por parte de los ciudadanos, lo que no es sino una
manera de reforzar su legitimidad. En otras palabras, el objetivo de la
socialización es conseguir que los individuos se identifiquen y estén conformes
con la estructura normativa y política de una sociedad.(5)
(5)http://www.ife.org.mx/documentos/DECEYEC/la_cultura_politica_democratica.htm#V1
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